Por Migdalis Pérez
La Navidad es una época que evoca una profunda sensación de calidez y pertenencia, especialmente entre la comunidad hispana en Estados Unidos. Para muchos, la distancia que separa a las familias en el día a día se convierte en un puente de emociones cuando llega diciembre. El sonido de los villancicos, el aroma del ponche caliente y la promesa de abrazos esperados impulsan a miles a tomar carreteras y vuelos, con un único objetivo: reunirse con los seres queridos y compartir el espíritu navideño.
Estarás de acuerdo conmigo en que viajar durante la temporada navideña no es sólo un trayecto físico; es un viaje emocional que resalta la importancia de nuestras raíces y de lo que significa la familia. En una nación tan diversa como esta, donde la vida diaria a menudo se dispersa entre horarios laborales exigentes, diferencias de zona horaria y responsabilidades múltiples, la Navidad se convierte en el momento perfecto para pausar y recordar lo esencial.
Para la comunidad hispana, entonces, la Navidad es una celebración que trasciende los regalos y las luces. Es una mezcla de tradiciones que traen consigo las costumbres de nuestros países de origen. Desde las posadas mexicanas, que representan el peregrinaje de María y José, hasta la Nochebuena en la que familias cubanas preparan platos típicos, como cerdo asado, congrí y yuca con mojo, cada rincón del hogar se llena de historias, risas y sabores que remiten a la infancia y al calor del hogar materno.
La planificación y la travesía
A pesar de que los aeropuertos y carreteras están repletos y el clima invernal a veces desafía la paciencia de los viajeros, la determinación de reunirse es más fuerte que cualquier inconveniente. Las largas filas en los controles de seguridad o los desvíos imprevistos debido a tormentas se convierten en pruebas de resistencia que valen la pena cuando, al otro lado, espera la sonrisa de un padre, el abrazo de una abuela o la bienvenida de una sobrina emocionada.
La comunidad hispana en Estados Unidos a menudo debe lidiar con la distancia no sólo entre estados, sino también, en muchos casos, entre países. Viajar a México, Centroamérica o el Caribe para celebrar las festividades no es raro y, aunque implique una mayor planificación y un esfuerzo económico, la recompensa es incalculable. Es en estas reuniones donde los cuentos familiares se repiten por enésima vez, pero siempre arrancan carcajadas; donde las canciones navideñas se entonan a coro y el brindis une a generaciones, recordando a quienes están presentes y a los que, por distintas razones, ya no pueden estar.
La magia de los reencuentros
Los viajes en Navidad tienen una belleza particular: transforman lo ordinario en extraordinario. Un vuelo que normalmente sería rutinario se llena de ilusión cuando se hace con la promesa de un encuentro familiar. Y es que, en el contexto de nuestra comunidad, estar junto a los seres queridos es un acto de reafirmación de identidad y pertenencia.
La Navidad no sólo simboliza la llegada de Jesús en un pesebre; es el recordatorio de que el amor, la solidaridad y la fe son los lazos que mantienen unida a la familia, especialmente en momentos difíciles. Viajar en estas fechas, por tanto, se convierte en una reafirmación de esos lazos, uniendo las distancias físicas con puentes emocionales que se fortalecen con cada visita.
Para muchas familias, el ritual de la llegada es todo un acontecimiento. Las casas se decoran no sólo con guirnaldas y luces, sino con detalles que representan las raíces y tradiciones. Las puertas se abren al sonido de música y risas, mientras los olores familiares del tamal, el flan o las empanadas inundan el ambiente. Los niños corren emocionados, aprendiendo y absorbiendo cada detalle de estas costumbres, entendiendo que son parte de algo mucho más grande y antiguo que ellos mismos.
El valor de cada momento
Viajar en Navidad para estar junto a nuestros seres queridos es un recordatorio de que, en un mundo tan rápido y globalizado, detenerse para volver a casa es uno de los actos más valiosos que podemos hacer. Es la oportunidad de reconectar, de recordar a nuestros ancestros, y de transmitir a las nuevas generaciones el significado de la familia y la celebración.
A medida que se acerca el día de Navidad, las luces de las calles y de las casas parecen brillar con más intensidad, como si compartieran la emoción de quienes, tras un largo trayecto, finalmente llegan al calor del hogar. Y es en ese momento, rodeados de familia y amigos, cuando la distancia se desvanece y lo único que queda es la certeza de que estar juntos es el regalo más grande de todos. ¡Felices fiestas desde ya!