Los menores están pagando el precio de la lucha entre pandillas.
El Chicago Hispano
Menores de edad, ajenos a la violencia armada que persiste en Chicago, mueren accidentalmente por balas perdidas en medio de riñas y venganzas entre pandilleros. Los casos son frecuentes en vecindarios pobres, y en la mayoría de ellos las familias solo cuentan con la ayuda de la comunidad para el pago del funeral.
Desde el 2020, la ciudad registra un dramático aumento de la violencia con armas de fuego que involucra un mayor número de niños entre las víctimas. En el 2021, “el año más letal”, según estadísticas de la policía local, las balaceras en Chicago se incrementaron y los niños siguieron pagando el precio.
En lo que va del 2022 la situación no ha cambiado. Entre los casos recientes -al corte de la edición- están dos menores de edad víctimas de tiroteos en distintos lugares. El primero de ellos, de 12 años, fue herido en una balacera el pasado 10 de mayo en la calle 21th del vecindario La Villita, y sobrevivió.
El segundo caso sucedió el sábado 14 de mayo en Millenium Park. El adolescente Seandell Holliday, de 16 años, recibió un disparo mortal en el pecho mientras se encontraba de pie junto a la estatua de “The Bean”, alrededor de las 7:30 p.m.
A principios de año, la muerte de Melissa Ortega, una niña de ocho años originaria de Zacatecas, México, despertó la indignación de la comunidad latina. La pequeña recibió un disparo mientras corría con su madre para protegerse de una balacera en la calle 26th, del vecindario La Villita.
El número de víctimas de la violencia armada con menos de 10 años se triplicó desde hace dos años, cuando hubo un total de 30 menores de 17 años que murieron por balas perdidas mientras jugaban en sus patios, descansaban en sus casas, caminaban por la calle, o permanecían sentados en los asientos de un coche.
Uno de ellos fue Janari Ricks, de 9 años, quien a principios de agosto del 2020 se encontraba jugando con un grupo de amigos cuando fue mortalmente herido en el pecho por un hombre que se acercó y abrió fuego. Un mes antes Bernardo Jones, un chico de 14 años, falleció en el barrio Englewood tras recibir un disparo en la espalda.
Natalie Wallace, una niña de 7 años, recibió un disparo en la cabeza cuando estaba en la acera con su familia. También murió un bebé de un año que viajaba con su madre en un auto, una niña de 10 años que veía en su casa televisión, y en el fin de semana del Día del Padre, hubo cinco menores muertos, la víctima más joven un niño de 3 años.
Para el 2021, uno de los años más mortíferos en al menos el último cuarto de siglo en la ciudad, de acuerdo con la policía local, la oficina del médico forense del Condado Cook informó de 1,000 homicidios, la mayor cifra desde 1994, incluidos 836 en Chicago.
Ese año 86 muertes por homicidio fueron menores de 18 años, 12 eran menores de 10 años, detalla el reporte anual del forense. Entre los pequeños fallecidos del año pasado se encuentra Mychal “MJ” Moultry Jr., de 4 años, quien junto con su madre se encontraban de visita en Chicago.
Mychal murió a causa de dos balas que entraron por la ventana en un departamento del sur de Chicago el 3 de septiembre del 2021, mientras le trenzaban el cabello. Su muerte dio origen a una ley para ayudar a los familiares que pierden un menor de edad por la violencia armada.
Las dificultades de la madre de Mychal para darle un entierro a su hijo unieron voluntades para promover y lograr una ley que al menos apoye económicamente a los padres en momentos dolorosos. El mismo día que el niño fue baleado, un total de ocho menores de 17 años recibieron disparos.
En ninguna de estas muertes el objetivo del tiroteo fueron los menores, por lo que un mayor número de ellas está relacionado con el aumento de la misma violencia armada en la ciudad. En el caso de la muerte de Moultry Jr., el chico que inspiró la ley de ayuda a los deudos, y en la de muchas otras pequeñas víctimas, no se detuvieron culpables.