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¿Cuán peligrosas son las turbulencias?

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Por Migdalis Pérez

Nunca le había temido a las turbulencias hasta hace cuatro años atrás, cuando en un vuelo Chicago-Londres parecía que el avión se iba a caer. Como viajera frecuente, estaba adaptada a este tipo de movimientos que suelen presentarse en la mayoría de los vuelos, pero ese día, aquello adquirió otra dimensión.

La turbulencia, además de ser muy fuerte, duró unos cuantos minutos; minutos que, por supuesto, me parecieron eternos. Era un vuelo nocturno, ya estábamos sobre el Atlántico, y podía escuchar perfectamente el sonido, o más bien el tremendo golpeteo, que hacían las maletas al chocarse las unas con las otras en la bodega del avión.

El Boeing 787 subía y bajaba con tanta fuerza que, irremediablemente, pensé en lo peor. La verdad, no paraba de rezar. Y el resto de los pasajeros, incluyendo a mi esposo, que iba a mi lado, hacía exactamente lo mismo. Cuando la turbulencia ¡por fin! paró, no podía ni hablar. Y al tratar de moverme, luego del rato en una misma posición, me dolía todo el cuerpo por lo tensa que había permanecido.

Me dolían las piernas de hacer tanta presión para mantenerme en mi sitio. Me dolían las manos por la fuerza que hice al sujetarme. Me dolía la cabeza como si me fuera a estallar. Desde luego, no pude dormir en todo el vuelo. Tenía los nervios a flor de piel, y sólo pensaba en la bendita hora de bajarme de aquel avión, sana y salva.

Turbulencias en la actualidad

La desagradable experiencia que quería olvidar vino a mi mente ahora, tras lo ocurrido en el avión de Singapore Airlines, que cubría la ruta Londres-Singapur, y en el que una persona murió y otras 30 resultaron heridas, precisamente, a causa de fuertes turbulencias.

Dicen expertos que, en los últimos años, estos fenómenos se están volviendo más frecuentes y fuertes debido al cambio climático. Personalmente, creo que tienen razón, porque, en efecto, así ha sido en la mayoría de los vuelos que he tomado en los últimos cinco años.

Afortunadamente, «aunque las turbulencias suponen la principal causa de lesiones no mortales entre los pasajeros y la tripulación, las muertes causadas por este flujo turbulento son extremadamente raras», indica la Asociación de Transporte Aéreo Internacional.

Citada en un reporte de National Geographic, esta entidad señala que, a diferencia de las turbulencias ocurridas durante una tormenta, las causadas por remolinos localizados a pequeña escala «son muy difíciles de detectar y predecir».

«En consecuencia, agrega, cuando ocurre ese movimiento vertical, que suele producirse por encima de los 15.000 pies, la tripulación no tiene tiempo de advertir a los pasajeros para colocarse los cinturones de seguridad». Según el Servicio Meteorológico Nacional, «esto ocurre cuando son turbulencias graves o extremas, en las que los pilotos pueden perder el control del avión».

Turbulencias en el futuro

¿Qué esperar para el futuro? Pues turbulencias el triple de frecuentes y, por ende, «vuelos más agitados a lo que estamos acostumbrados», asegura el propio reporte, el que, además, resalta la importancia de cumplir al pie de la letra las indicaciones del personal en cabina.

De no hacerlo, al ocurrir una fuerte turbulencia vertical, podríamos chocar con el compartimento superior y sufrir daños severos. «Aunque los aviones están diseñados para soportar condiciones duras, y es raro que se produzcan daños estructurales, los pasajeros y miembros de tripulación sí que pueden sufrir graves consecuencias debido al brusco movimiento», recalca la misma fuente.

Es por eso que subraya «la importancia de permanecer sentado y llevar puesto el cinturón de seguridad en la medida de lo posible», algo que podemos y debemos hacer para lidiar con las temidas turbulencias. Inevitables, son, y volar también lo es, al menos, para gente como yo, a la que le apasiona tantísimo viajar.

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